miércoles, 13 de noviembre de 2013
viernes, 25 de octubre de 2013
jueves, 29 de agosto de 2013
Melina Balderrein, del Taller de escritura literaria (Extensión, UNNOBA) recibió el primer premio en narrativa por su obra "El amor en los recuerdos". Se puede leer la nota completa en:
Diario La Verdad
domingo, 21 de julio de 2013
A fines de 2012, en el taller decidimos rastrear nuestros recuerdos y buscar en ellos alguna persona que fuera relevante en nuestras vidas. Intentamos así recrear un paisaje y un tiempo diferente al contemporáneo, inmiscuirnos en los detalles de una época que no es la nuestra. Como resultado, Stella dedicó a sus abuelos el cuento El ahijado, en el que detalladamente, como nos tiene acostumbrados, dibuja un parto en el campo. Quela nos presentó a su tío Alejandro y, con él, objetos y miradas de su niñez. Mora nos presenta en el cuento Ilusiones de un pastero una divertida historia de un vendedor de pasto. Por último, Ghorma nos lleva a recorrer las calles juninenses y reencontrarnos, no sin cierta nostalgia, con Pancho Melatini.
Que lo disfruten...
lunes, 22 de abril de 2013
Con el inicio de una nueva temporada del taller de escritura literaria, compartimos una nueva historia de Ghorma. Podrán leerla a continuación y además acceder al audio con su lectura.
Una
historia de amor
17
de mayo de 2012
Por
Ghorma
Audio:
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Esa
casa entre antigua y vieja, con rasgos de modernidad que delatan las
sucesivas reformas y el intenso tránsito, abre paso en su interior a
un entrepiso con olor a jóvenes, que impregna la castigada escalera,
sin demasiados adornos pero cargada de alborotados sonidos.
Un
laberinto de puertas, ventanas, ventanitas y ventanales dan como
resultado una tan incierta como imprudente sucesión de espacios
entre cálidos y dinámicos, aunque incoherentes en su ordenamiento.
Esa
casa, cuya vida pasa y se centra en su pasillo principal, soporta la
fluidez de esta breve pero intensa historia, que comienza con los
primeros rayos de sol que se cuelan por las diferentes aberturas que
ofrece la edificación, a la vez que va despertando la acción de los
protagonistas.
El
primero en transitar el pasillo es Esteban que pone a calentar agua,
enciende la radio y abre los ventanales, dando por iniciada la
jornada.
Mansamente
comienza a poblar la escena una muchacha veinteañera que a mitad de
su tránsito por el pasillo ya se encuentra con su gato, a quien se
dispone a alimentar entre caricias y juguetones zamarreos que la
mascota corresponde de manera muy efusiva.
Se
agrega a la acción, con más ruido que palabras, un joven con paso
perezoso que toma posición en torno a la mesa, dispuesto a consumir
la infusión matutina ya servida.
Ambos
hermanos, ya en pleno desayuno con su padre, se miran mientras
sonríen entre comentarios sobre las últimas novedades del día
anterior, más alguna noticia que se oyó por radio mientras observan
a Esteban, que en una rutinaria ceremonia saborea su manzana, a la
vez que controla sus antioxidantes y le dedica una caricia distraída
al felino, que recorre la cocina haciendo contacto con los tres
madrugadores.
Este
rito diario tiene una alta carga emocional que trasciende las
palabras, ya que cada uno por su parte vive este momento con la
certeza de ser dueño de la cuota parte, que lo hace protagonista de
su riqueza. Se respira un aire cargado de saciedad emocional, que
colma a los tres de un sentir de realización afectiva. Se inhala un
clima de armonía que subyace por debajo de cualquier expresión
verbal y los trasciende con un férreo lazo que los ciñe por el
corazón.
Estas
ceremonias se suceden diariamente con algunas particularidades: cada
uno sabe, sin necesidad de verbalizarlo, que los otros le son
incondicionales; pero aún hay más, saben que cada uno busca en cada
momento favorecer la existencia del otro, no solo con su actitud sino
con las oportunidades que le pueda brindar; en algún momento de la
liturgia a diferentes instantes, dedican un breve tiempo para
deleitarse íntimamente cual meditación, de ser destinatario y
emisor de tamaña sintonía, tan cargada de ternura filial.
Y
de pronto cambia la escena, los actores se incorporan, ordenan
rápidamente el lugar y se disponen a enfrentar la cotidianeidad del
día. Es en ese momento en el que la ceremonia se torna más intensa,
cada cual apura su salida, acomoda en su rostro una huella de la
felicidad que les pintó la primer actividad del día y se cruzan
casi distraídamente en el pasillo que los contiene, compartiendo las
demandas de la mascota, como la última actividad que los une en ese
momento.
Cada
uno llena su silencio de una alta vibración, que le aporta la
energía indispensable para afrontar la intensidad de la tarea.
…Y
allí se queda la casa aguardando el regreso, que nuevamente le ponga
magnitud emocional al pasillo central.
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